Bitácora de Santiago de Chile
Una bitácora es un conjunto de textos sobre un lugar o un algo que, independientes uno del otro, logran configurar un todo. Santiago, capital de Chile, tiene mucho que contar. Y lo iré contando a través de las viñetas de esta bitácora. De paso, recordaré mi propia vida. Como en un rompecabezas, la idea es ir poniendo las piezas en orden y ver si calzan. Que disfruten.
domingo, 22 de enero de 2012
Corazón solidario
jueves, 12 de enero de 2012
La revolución de las putas
miércoles, 11 de enero de 2012
Jaulas
martes, 10 de enero de 2012
Analgésico
sábado, 3 de septiembre de 2011
Vida
Fotografía: Agencia UNO / Terra.cl
Texto: Fernando Pérez G.
Son dos cosas las que me impactan del accidente aéreo en Juan Fernández: la entereza que tienen los colegas comunicadores de las cinco personas que pertenecían a “Buenos Días a Todos” y –el famoso lugar común– lo frágil que es la vida.
¿Cómo se hace para despachar una tragedia que te toca fuertemente en lo personal? Oficio. Desplazar esos sentimientos, guardarlos bien adentro, porque sabes que son miles de personas las que te están viendo, que están también preocupadas y que dependen de ti para informarles. Estas situaciones, cuando sale lo mejor (y lo peor. No olvidemos la portada de LUN y lo de Publimetro) del periodismo, me reafirma la nobleza de la profesión, lo que debería mover a la mayoría de los que estudiamos o somos ya periodistas.
A razón de lo mismo, complica la facilidad con la que puedes dejar este mundo, convertirte en pasado, en sólo recuerdos. El ser humano es algo extraordinario, capaz de increíbles acciones y de desarrollar una personalidad vasta y sobredimensionada. Pero todo eso puede acabarse en un segundo.
Por esto mismo buscamos trascender, dejar algo hecho. De modo que, cuando ya no seamos nada corpóreo, se nos busque en las sonrisas de quienes ayudamos, en los corazones de quienes amamos, en las labores que hicimos con profesionalismo, en los objetos que creamos.
Hacer un libro, grabar una película, construir casas para los más pobres, adoptar un niño, compartir con tu familia, amar amado y también sin serlo, trabajar por vocación, hacer reír, acompañar con un abrazo o acompañar llorando, hablar con desconocidos, empaparse de historias y realidades ajenas a la tuya. Todo eso hace que la vida valga la pena.
Sea cual sea el resultado, tragedias así nos recuerdan que el tiempo para nosotros es escaso y que debemos aprovecharlo. Lo más triste sería irnos de aquí sin cambiarle la vida a alguien, sin influir en nada. Todos lo saben, pero hoy más que nunca hay que recordarlo. Que cada uno busque la manera más linda de vivir.
Fuerza a TVN, a la Fach, al Ministerio de Cultura, a los integrantes de Levantemos Chile y a los familiares de los civiles.
sábado, 6 de agosto de 2011
El ruido de las cacerolas
Texto: Fernando Pérez G.
El silencio, además de dar miedo y controlar, no permite enterarse. Por eso la idea del cacerolazo es tan potente. Porque el sonido de las ollas, sartenes y tapas de metal haciendo choque con las chucharas o palos, arrasan con la duda o la certidumbre de que nada sucede, de que estamos durmiendo. En Santiago de Chile (y en muchas otras ciudades del país) el jueves 4 de agosto, poco antes de las nueve de la noche, una hora antes de lo presupuestado y, en gran parte, por la injusta y tremenda represión policial que sufrieron los estudiantes al intentar movilizarse, la gente salió a las calles para romper el silencio. Un conjunto de sonidos metálicos de diferentes tonalidades se mezclaron con las bocinas de los autos, mientras –probablemente–, las autoridades se agarraban la cabeza y pensaban “no están tan solos como pensábamos”.
Si eso pensaron, tienen razón. Si no, están completamente equivocados. Y ciegos: ese día, lo que se vio en la calle, fue la manifestación más clara del apoyo transversal que tiene el movimiento por la educación en Chile. Son hijos, son padres, son abuelos, son hermanos, primos, tíos, pololos y amigos. Busquen una forma de nombrarlos. Todos estaban ahí. Como cuando –dicen los mayores–, renació la esperanza en dictadura, allá por 1986. Los más dormidos despiertan cuando no hay opción, se suele decir. El cacerolazo por la educación lo demostró con creces: para este sistema, injusto y desigual, ya no hay opción.
lunes, 25 de julio de 2011
El repudio a la angustia
Difícil no deshacerme en elogios frente a tamaña imagen, tomada por el realizador audiovisual, Felipe Rubilar. Aunque sea difícil discernir en qué contexto se captaron las expresiones de angustia de este abuelo y esta señora, la foto se camufla muy bien con alguna escena de película apocalíptica. Pero no. Esto fue el 14 de julio de 2011, en medio de una de las manifestaciones estudiantiles. Probablemente, y puedo equivocarme, ellos van arrancando de los disturbios. De esa estúpida manera que tienen algunos de hacerse notar: quebrando mobiliario público, haciendo trizas locales pequeños u agrediendo a cualquiera que pase cerca, sea prensa, carabineros y peatones. No pretendo “criminalizar” las marchas, porque está claro que esta es una minoría repudiada tanto por los manifestantes como por las autoridades. El objetivo es que los odiemos aún más, que los marginemos como esas sobras sociales en las que se han convertido. Porque, comprendan: su violencia sólo los convierte en delincuentes, en una gran muestra de pequeñez humana. Quizá, rozando el límite con el salvajismo animal.