domingo, 3 de julio de 2011

Camuflaje otoñal


Esta plaza cambió. Pasé por aquí hace cuatro días, antes de las lluvias del fin de semana, y todo el suelo era de un verde poderoso, vivo. Como si el pasto, que no es poco, se le regara día tras día, y se le pusieran vitaminas y fertilizantes. Quizá tienen un jardinero sólo para ella. Veinticuatro siete. Perfectamente probable. La plaza está a los costados del río Mapocho, en Providencia, comuna con recursos y de muchas áreas verdes que, incluso en algunos casos, tienen nombre. En otras comunas ni si quiera alcanza para identificarlas con un letrero y menos, para tener a un cuidador para lograr una hierba de ese color. En todo caso, ahora casi ni se ve. Las plazas cambian en otoño producto del viento que hace caer las hojas cafés y marchitas de los árboles vecinos. Y la lluvia también hace lo suyo: basta con agacharse un poco, como para sacar una foto a ras de piso, para sentir ese olor a humedad, mezcla de tierra, agua y la química del suelo. Un aroma que, de alguna manera u otra, te lleva a pensar en tu infancia, cuando la plaza del barrio era tu patio de juegos, donde caías al piso una y otra vez, buscando sólo diversión.

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