sábado, 16 de julio de 2011

Lluvia bendita


Las inundaciones y anegamientos que producen las lluvias son la cara negativa, lo malo, lo fatal. Pero también ayuda a descontaminar esas ciudades malditas con el humo industrial. Como Santiago. Cada vez que el agua cae del cielo, al día siguiente la capital muestra imágenes como esta: el aire limpio, la gigantesca cordillera vestida de blanco. Todos los años existen, aunque sea un par de veces, estas jornadas mágicas en donde podemos apreciar el esplendor natural de esta columna rocosa que nace en Venezuela y pasa por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y va a terminar en el sur de Chile. También, todos los años, al darse esta oportunidad, recuerdo cuando esto pasaba en mi época de escolar. La sala quedaba en un tercer o segundo piso, casi siempre. Los pasillos, al aire libre y con barandas, se convertían en un improvisado mirador hacia los Andes. Ahí podía pasar los recreos enteros, mirando el azulino tono de las pendientes y cómo las nubes acariciaban los picos de la montaña. Y aprovechaba de rezar para que lloviera de nuevo.

Foto: Daniel G. (@Ostrels)

No hay comentarios:

Publicar un comentario