viernes, 1 de julio de 2011

El poco pasado de Echaurren


El otoño en calle Echaurren tiene un dejo de nostalgia. De algo perdido. Quizá por su casi nulo movimiento, es inevitable fijarse en las pocas fachadas coloniales que ofrece en comparación con sus vecinas República y España. Raro, considerando que todo este sector perteneció a dos quintas: la “Quinta Echaurren” y la “Quinta Meiggs”. Pero eso fue alrededor de 1850, cuando se irguieron esas casas suntosas, mezcla y producto de la envidia y ambición de familias con dinero y apellidos extranjeros. En aquellos años, las señoritas de sombrero paseaban de la mano con sus prometidos de bigote y bastón y los vendedores ambulantes llenaban de gritos e insumos las veredas. Ahora las jovencitas le gritan “hueón” al pololo y comentan la ganas que tienen de que sea viernes para ir esas mismas casas suntuosas a tomarse una chela. También es imposible dejar de pensar que el otoño en calle Echaurren debió ser más cálido hace menos de un siglo atrás, cuando los cientos de faroles color verde petróleo no se confundían con las líneas rectas de los edificios modernos, y el trenvía, desaparecido en 1959 y del que aún se pueden ver los rieles en el asfalto, movilizaba a los vecinos desde la Alameda al sur y viceversa.

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