lunes, 18 de julio de 2011

Dibujo permanente


La galería Eurocentro, en el paseo Ahumada de Santiago, tiene alrededor de media docena de tatuadores. Casi todos desarrollan su trabajo en torno a imágenes bastante crudas: proliferan diablos, zombies, descuartizados y calaveras. Dibujarse la piel tiene algo de rudeza. No cualquiera aguanta el dolor que produce el abrirla milímetro a milímetro. Antes, pensaba que una tortura así era innecesaria y que bajo ningún motivo la cometería. Pero volví a verla, tocarla, sentirla… y caí. No, no fue por una chica, sino por el lugar donde viví mi infancia: Isla de Pascua. Era verano de 2008 y había vuelto de vacaciones después de siete años en el continente. Empecé a pensar en algo permanente, en una forma de llevarla conmigo siempre, con orgullo. Me tatué. Con dolor al principio y satisfacción después, es el único intento que he hecho de pertenecer a una cultura que no es la mía pero que amo. Como para desgarrarme la piel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario