jueves, 14 de julio de 2011

El presente y el pasado de la educación


La fachada de la Casa Central de la Universidad de Chile, fundada en 1843, siempre hace que uno se vaya al pasado. Treinta años después de que el abogado venezolano Andrés Bello inaugurara la universidad, en 1872, se terminó la construcción de este edificio. Fue ideada por el arquitecto Luciano Ambrosio y las obras, dirigidas por Fermín Vivaceta (sí, tiene una calle con su nombre), uno de los primeros arquitectos egresados del país. Su estilo neoclásico, al igual que el de varios edificios del centro de Santiago, invitan a recordar cuáles fueron nuestros cimientos, quiénes nos fundaron.

Pero por estos días, con el conflicto educacional en plena boga y este gigantesco lienzo negro pidiendo lo que muchos creen imposible, es difícil no asemejar la imagen con la que hizo famosa a la Universidad Católica –su eterna rival académica– en los 60’: “Chileno: El Mercurio miente”. Da la casualidad que esa consigna, que después se convirtió en un emblema de la manipulación mediática en dictadura, también fue creada durante un conflicto estudiantil. Específicamente, en agosto de 1967, cuando los estudiantes de la PUC estaban luchando por una reforma universitaria que abarcaba aspectos institucionales y administrativos, como su rol social y el acceso amplio y gratuito de la educación.

Pronto se contagiaron otras universidades tradicionales, como la Federico Santa María, la Técnica del Estado (actual USACH) y la propia Universidad de Chile. En esa ocasión, las conquistas sucumbieron seis años después con el Golpe de Estado. Ahora, una nueva generación pide prácticamente lo mismo que pedían sus padres hace cuatro décadas. Y hay fe en que las cosas terminará mucho mejor que aquella vez.

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